FELICIDAD Y ALEGRÍA

Felicidad y alegría

 

Felicidad definido como: “Estado de grata satisfacción espiritual y física; ausencia de inconvenientes o tropiezos”.

En estas últimas décadas se han multiplicado los estudios sobre la felicidad, alentados también por una visión que podríamos definir de psicología popular: “Todos estamos llamados a ser felices”, “Lo más importante en la vida es buscar la felicidad”, “Tengo derecho a ser feliz”. Comprender qué es y cómo aumentar el grado de felicidad ha pasado de ser un asunto personal-familiar a un asunto de interés público y político. La ONU, desde el 2012, ha empezado a preparar un Informe anual sobre la felicidad. Lo que presenta el Informe son ante todo los datos económicos y sociales: el Producto Interno Bruto per cápita, el empleo, la esperanza de vida saludable, la educación, la vida familiar y el apoyo social. El Informe 2017 evidencia que en todos los países uno de los efectos más determinantes de cara a la felicidad provendría de la eliminación de los trastornos depresivos y de ansiedad, que son la principal forma de enfermedad mental; eso a diferencia de lo que se podría pensar que es la desigualdad social y de ingresos que causa la infelicidad.

 

Diferentes visiones de la felicidad

-                     La felicidad como producto de factores físicos o materiales como la salud o la riqueza;

-                     Impacto de la familia y la comunidad en la felicidad;

-                     Felicidad como placer (perspectiva biológica): sistema de nervios, neuronas, sinapsis y sustancias bioquímicas como la serotonina, la dopamina y la oxitocina.

-                     Importancia de las expectativas. La felicidad es el ‘bienestar subjetivo’, o sea, algo que se siente interiormente;

-                     Postura que afirma que la felicidad consiste en ver que la vida, en su totalidad, tiene ‘sentido’ y vale la pena;

-                     Perspectiva de la felicidad como renuncia a las expectativas e indiferencia frente a las emociones (budista).

-                     La perspectiva cristiana no insiste mucho sobre el tema de la felicidad o, por lo menos, no la pone como un objetivo “perseguido” directamente; la ve más bien como la conclusión de un camino de maduración (la santidad, es decir ser más parecidos a Jesús). La clave de la realización personal y de la felicidad es conocer la ‘verdad’ sobre sí mismo; comprendiendo quién soy, cuál es mi vocación, identificando mis pensamientos, gustos y aversiones “reales”. No necesito buscar la felicidad directamente o evitar sensaciones desagradables; realizando la “verdad” de quién soy, seré también más feliz.

 

Alegría y felicidad

Se puede decir que la alegría es un estado interior positivo y luminoso, generador de bienestar, de altos niveles de energía y una poderosa disposición a la acción constructiva. Quien la experimenta, la revela en su apariencia, lenguaje, decisiones y actos. La alegría es un estado de ánimo que se caracteriza por la satisfacción de haber conseguido algo o por una situación externa favorable. Es una más de las emociones básicas del ser humano. Mediante la razón y la voluntad puede llegar a convertirse en un importante valor personal sobre el cual se guíen las decisiones, actitudes y pensamientos.  

Dicho de otra manera, podríamos distinguir entre dos tipos de alegría:

-                     Como reacción: una consecuencia ante un episodio externo, por ejemplo la obtención de algo deseado, encontrar una persona querida, recibir un halago o cualquier manifestación de aprobación y/o cariño, etc.; es una emoción;

-                     Como tendencia vital: cuando se aprende a valorar y a dirigir la percepción, de manera frecuente y estable, hacia los aspectos positivos de la vida. En este caso se empalma con la felicidad.

 

Desarrollar la felicidad

A pesar de que no existen recetas al respecto, se pueden alentar algunas actitudes:

-                     Aprender a ver y vivir la vida con realismo, aceptando lo que no se puede cambiar, sin tanto pesimismo y más optimismo (no dramatizar frente a las dificultades o fracasos).

-                     Cultivar los valores y las creencias son, también, formas de alimentar la alegría. “Sería también necesario un esfuerzo paciente para aprender a gustar simplemente las múltiples alegrías humanas que el Creador pone en nuestro camino: la alegría exultante de la existencia y de la vida; la alegría del amor honesto y santificado; la alegría tranquilizadora de la naturaleza y del silencio; la alegría a veces austera del trabajo esmerado; la alegría y satisfacción del deber cumplido; la alegría transparente de la pureza, del servicio, del saber compartir; la alegría exigente del sacrificio. El cristiano podrá purificarlas, completarlas, sublimarlas: no puede despreciarlas. La alegría cristiana supone un hombre capaz de alegrías naturales. Frecuentemente, ha sido a partir de éstas como Cristo ha anunciado el Reino de los cielos”.

-                     Cultivar el arte de sonreír frente a las realidades positivas de la vida. Sonreír y reír tienen una función relajante en los músculos de la cara y la relajación mejora el estado de bienestar. Mantener el “buen humor” frente a las contradicciones y ambigüedades de la conducta propia y ajena.

-                     Fomentar las relaciones positivas y la actitud de solidaridad. La actitud de servicio a los demás y de entrega al prójimo, es considerado en todas las culturas y tradiciones como un objetivo sublime. Es el deseo de compartir lo que somos, alegrándonos al expresarnos y expandirnos y, curiosamente, en este hecho de darse está contenido el tomar, el recibir de los demás.

-                     Acostumbrarse a “ser felices” a pesar de las dificultades y el sufrimiento. La ‘visión positiva’, la ‘tendencia alegre’, puede mantenerse a pesar de experimentar situaciones que susciten tristeza, miedo, enojo, etc. La responsabilidad y no considerarnos víctimas del destino.  

-                     El agradecimiento es clave para la felicidad: estamos habituados a reclamar lo que echamos de menos y nos olvidamos de lo que ya tenemos.


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