ESTIMA PROPIO Y NARCISISMO
Estima de sí y
narcisismo
Los conceptos de narcisismo y autoestima
Se percibe al narcisista como una persona con una
aparente sólida autoestima, como alguien seguro, sabedor de lo que quiere y
completamente resuelto y capaz. En realidad, con ello el narcisista está
camuflando su debilidad, su vacío interno, su miedo al fracaso, en definitiva
su carencia real de autoestima.
El narcisismo es “el amor hacia uno
mismo”. En primera instancia no es “negativo”. Implica una valoración positiva
de uno mismo, un compromiso para el cuidado de nuestra persona, la protección
frente a las amenazas y la motivación para ser mejores seres humanos. Una dosis
de narcisismo “sano” es necesaria para un buen desarrollo.
Se convierte en
rasgo disfuncional o claramente patológico cuando ese amor hacia uno mismo es
exagerado y cuando no permite adecuadas y sanas relaciones con los demás. Según
la clasificación elaborada y publicada en el DSM-V-TR, el Trastorno Narcisista de la Personalidad tiene las siguientes
señales: sienten un excesivo sentido de grandiosidad; están permanentemente
preocupados por fantasías de poder, éxito, belleza o amor; son personas que se
creen especiales y que intentan que su estatus sea reconocido; exigen una
admiración excesiva por parte de los demás; manifiestan su sensación de
"estar en su derecho", esto es, tienen expectativas irracionales
sobre el trato que merecen; sacan provecho de las demás personas para sus
propios fines (maquiavelismo); falta de empatía, es decir, son incapaces de
identificarse o reconocer los sentimientos y emociones de las demás personas;
sienten envidia de los demás, o creen que los demás sienten envidia; tienden a
ser arrogantes.
La autoestima, estima de sí, implica
reconocimiento de sí, pues sólo se puede estimar aquello que se conoce. Sentirse
bien con uno mismo y aceptarse por lo que se es, nos permite movernos a través
de la vida con un sentido de propósito, significado y valor. Con el fin de
ganar el sentido de uno mismo, debemos percibirnos a nosotros mismos como
miembros valiosos de una sociedad. La compasión, el auxilio y la empatía son la
clave para alcanzar ese valor. La autoestima no necesita comparaciones, ni
superior ni inferior: es humilde por definición. Tiene suficiente con existir.
El narcisismo, en
cambio, es competitivo, debe sobresalir. La persona vale y es merecedora de
estima si sobresale. Porque es una estima fruto de la imagen, de la opinión
externa. El narcisista no se conoce a sí mismo, por eso necesita del
reconocimiento externo, de lo que los otros le reflejan. Cualquier persona con
un trastorno de personalidad narcisista es un narcisista, pero no todos los
narcisistas tienen un trastorno de personalidad: en otras palabras, el
narcisismo puede ser un rasgo de la
personalidad (rasgo de inmadurez, muy presente en la adolescencia) o se
puede convertir en una patología.
Otra diferencia
entre el narcisismo y la autoestima es que el primero supone un amor y
admiración, en exceso, a sí mismo, sintiéndose superior a los demás, que quedan
reducidos a meros proveedores de atención. La autoestima, en cambio, es aquello
que hace que la persona se sienta bien consigo misma como un ser integrado y capaz
de reconocer a los demás como son y con sus propias cualidades. El narcisismo
presenta grandiosidad, escasa empatía en las relaciones personales y necesidad
de ser admirados por los demás.
El narcisismo
fomenta la envidia y las rivalidades hostiles mientras que la autoestima apoya
la compasión y la cooperación; el narcisismo favorece la dominación y la
autoestima reconoce la igualdad; el narcisismo implica arrogancia y la
autoestima refleja humildad, el narcisismo es ofendido por las críticas mientras
que la autoestima se ve reforzada por la retroalimentación.
Tanto el
narcisismo como la autoestima buscan de alguna manera una valoración de sí,
pero mientras el narcisismo realiza esta búsqueda a través de la buena imagen,
la autoestima lo hace por simple existencia, de forma incondicional, no sujeta
a ninguna imagen e incluso a pesar de ella. Una persona narcisista y una
persona con una sana autoestima, en primera instancia, pueden parecer muy
similares; sin embargo al conocerlas un poco más esta semejanza se diluye
rápidamente.
Autoestima y sociedad/cultura
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La
autoestima empieza con una buena relación de confianza con la mamá y el resto
de la familia: una vivencia de aceptación, protección, cuidado y afecto hacen
sentir al bebé como alguien que vale, que es importante;
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En
la infancia y la adolescencia adquieren importancia los modelos culturales de
los que son imbuidos los papás, dándole al niño en ocasiones un mensaje de
aprobación y de excelencia que engrandecen al niño de una forma falsa, porque
no corresponde a la realidad;
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La
cultura contemporánea hace depender gran parte de la estima de sí del
reconocimiento ajeno; por eso la autoestima se vuelve insegura, dependiente y “precaria”;
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La
publicidad – especialmente importante en la adolescencia - hace depender la
estima de sí de los “modelos” de belleza, actividad, consumo que son dominantes.
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La
sociedad moderna promueve unos estereotipos del hombre y la mujer de éxito que
los niños aprenden desde muy pequeños, unos estereotipos que responden a “valores”
o “modelos” poco realistas para las personas promedio.
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La
autoestima, según los modelos culturales, va a depender del “hacer”, del “éxito”,
del cubrir expectativas ajenas y no – sencillamente – del “ser persona”;
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La
posibilidad de cruzar la línea de la autoestima al narcisismo está al alcance
de la mano, ya que vivimos en una época frenética de capitalismo y economía
liberal, donde confundimos felicidad con consumismo y esto nos está
“consumiendo”.
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