AUTENTICIDAD
AUTENTICIDAD
Es la cualidad de quien es autor
de sí mismo, quien se gobierna a sí mismo. Comprende, también, el ser veraz y honesto con uno mismo y con los
demás con una carencia absoluta de artificio, lo que implica que la
autenticidad es relacional y está
conectada con la identidad personal y las relaciones con el mundo externo.
Ser veraz y honesto con uno
mismo y con los otros no es suficiente para ser auténtico, son necesarios otros elementos: la
conciencia, el análisis imparcial y el conocimiento preciso de uno mismo, el
juicio reflexivo, la responsabilidad e integridad personal, el ser genuino y
humilde, la empatía por el otro y el conocimiento de éste, así como la
utilización óptima de las reacciones de los otros. Esos componentes tienen
también que integrar la necesidad de limitar
y ajustar la autenticidad de uno, dependiendo de la situación. Cualquier
medida de autenticidad real no implica expresar el yo más íntimo, con todo su
rango de emociones, en cualquier momento; es importante considerar cómo las
expresiones auténticas de uno, por muy cautas que sean, serían percibidas e
interpretadas por otros. Y para llegar a obtener todos los elementos requeridos,
será necesario partir de ese conocimiento de sí mismo y su concientización.
Rogers define el término congruencia (autenticidad) como el
grado de equilibrio que impera entre la
experiencia, la comunicación y la conciencia. Un grado alto de congruencia
implica que la comunicación (lo que se expresa), la experiencia (lo que ocurre)
y la conciencia (lo que se percibe) son casi iguales. En esta situación, las
observaciones propias y las de los demás resultarían bastante coherentes.
La inautenticidad o incongruencia, por tanto, ocurre cuando
hay diferencias entre la conciencia, la experiencia y la comunicación.
Podríamos decir que la incongruencia es la incapacidad de percibir con
precisión; o la incapacidad o renuencia a comunicarse sobre la base de la
realidad.
La incongruencia se manifiesta
cuando el individuo no tiene conciencia de estos conflictos, no los entiende y,
por lo mismo, no puede acometer la tarea de resolverlos o equilibrarlos. La
incongruencia – falta de autenticidad – puede padecerse en forma de tensión, angustia o, en los casos más
extremos, desorientación y confusión.
Sin embargo, las personas tienen la capacidad de experimentar y cobrar
conciencia de sus desajustes. El ser humano cuenta en su interior con vastos
recursos para entenderse y modificar el concepto de sí mismo, sus actitudes y
su conducta consciente.
En el intento por descubrir su
auténtico “Yo”, la persona necesita examinar los diversos aspectos de sus
experiencias, para poder reconocer y
enfrentar las profundas contradicciones que a menudo descubre. Reconoce,
entonces, que gran parte de su vida está orientada a ser lo que “debería” ser y
no lo que en realidad es. Por lo general, ha estado respondiendo a exigencias o expectativas ajenas y no a sus
verdaderos sentimientos y criterios. Se da cuenta de que ha tratado de “comprar
cariño” al comportarse como los demás esperaban que lo hiciera. Comprende que
su conducta habitual es sólo una máscara,
una apariencia tras de la cual procura esconderse. Tiene la impresión de que
puede resultar peligroso, vergonzoso o nocivo mostrarse tal como es.
Cada ser humano debe convertirse en su verdadero Yo; debe
poder abandonar sus falsos roles, las máscaras con las que ha abordado su vida,
dejar de preocuparse demasiado por lo que los demás piensan de él y por lo que
se debería hacer en determinadas situaciones, para poder convertirse en persona y dejar de ser un mero títere de la
sociedad.
La autenticidad es una cualidad
que requiere trabajo y voluntad, que
puede llegar a convertirse en un preciado valor al que todo ser humano puede
aspirar. Luchar por la autenticidad personal da un antídoto al condicionamiento
externo y, hasta cierto punto, es una reacción a la falta de autenticidad que
prevalece en el entorno.
La autenticidad no debe
confundirse con el individualismo radical. Si la búsqueda de la autenticidad es
sólo para lograr la propia
realización o para satisfacer deseos personales, entonces es individualista y egocéntrica. Pero si
va acompañada de la conciencia de los demás y está integrada con todos los
aspectos del mundo externo, entonces es una lucha que vale la pena y no una
tendencia superficial.
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