SOLIDARIDAD CON LAS PERSONAS

 

El ego trata a todos, incluso a los que están cerca de nosotros, como “objetos”. El ego los ve como objetos destinados a ser usados, poseídos, o bien cuidados y cultivados, o tal vez odiados y rechazados. Pueden ser objetos de interés o no; pueden ser vistos como objetos sexuales o incluso como objetos para compadecerse, destinatarios de nuestra caridad. Pero el ego individualista nunca los ve como sujetos, es decir como personas.

La mayoría de las personas hemos aprendido a ir más allá de este egocentrismo, pero ello no significa que a veces no sintamos la tentación de tratar como objetos incluso a las personas que están más cerca de nosotros. Otras veces podemos experimentar y, de hecho, experimentamos a la otra persona como persona, como un yo como nosotros, como alguien que tiene sentimientos, miedos, problemas y esperanzas como nosotros. Decimos que esto es “ponerse en la piel del otro” (desde el punto de vista psicológico, se habla en este caso de “empatía”). “¿Qué sentiría yo en su lugar?, ¿Qué me parecería el mundo desde su perspectiva?”. Muchas de nuestras relaciones mejorarían si nos detuviéramos de vez en cuando a recordarnos a nosotros mismos que la persona con la que nos encontramos ahora es también una persona con sus propios pensamientos y temores. “Ponerse en la piel del otro” es una experiencia yo-tú o de-persona-a-persona. Cuando tomas consciencia de una persona como otro yo, experimentamos una especie de unión e identificación con ella. Esto es el comienzo delo que llamamos “intimidad” (sin hacer referencia necesariamente a la intimidad sexual), que nos permite compartir nuestro yo, nuestros sentimientos y nuestra unicidad.

Todos formamos una familia. Tenemos la misma sangre y los mismos antepasados (el DNA): el Homo Sapiens. Somos interdependientes; ninguno podría vivir sin los demás. Estamos unidos: somos uno. Mi identidad – que esté o no de acuerdo – es ser un miembro de la raza humana. Mi verdadero yo consiste en ser persona humana con todos los demás seres humanos.

De esta manera se puede amar al prójimo: una visión positiva de los demás lleva a comprometerse, a ayudar. Empieza con el respeto y valoración de los demás, continúa con la estima del interlocutor y madura en la confianza en sus recursos. Las personas ciertamente dan lo mejor de sí cuando se sienten respetados, estimados y se confía en ellos con interés por su bienestar.

El amor, en este sentido, no es sólo un sentimiento, sino compromiso afectivo y efectivo para que el otro esté mejor.

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