EL AMOR

 

El amor

 

Hay diferentes definiciones de qué es el amor.

Sentimiento intenso del ser humano que motiva a la búsqueda y unión con otro ser. La persona se da cuenta de su insuficiencia, por eso se ve impelida a salir de sí y tejer relaciones con los demás.

Sentimiento de atracción natural hacia otra persona que, cuando resulta recíproca, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear.

Sentimiento de afecto, inclinación y entrega a alguien.

 

El amor es una de las emociones más intensas que las personas podemos experimentar. Existen muchos tipos de amor: se presenta la clasificación de John Allan Lee con algunas modificaciones.

a)    El amor romántico y pasional (Eros): vínculo idealizado, y promovido a su vez por nuestra cultura, en la que la pasión y la devoción emocional originan vínculos a menudo inseguros y pasajeros. La atracción es intensa e inmediata; se pone la atención en el aspecto físico, en la devoción absoluta y en la posesión. Las personas experimentan este tipo de amor cuando aseguran haberse “enamorado a primera vista”, pues tiene que ver con la intensidad de la atracción física y pasional por el otro. El romance y lo erótico sobresale, rasgos que muchas veces suelen encubrir otras características (idealizaciones, motivaciones narcisistas, búsqueda de gratificación, estereotipos, prejuicios, etc.).

b)    El amor lúdico: las personas que viven un amor lúdico lo hacen sin ataduras ni compromisos; buscan principalmente las aventuras y la diversión. Se mantienen en la relación hasta que se aburren y, generalmente, cuando ello sucede van en búsqueda de un nuevo amor. Construyen relaciones emocionalmente distantes y para lograr su objetivo no dudan en seducir, engañar y manipular.

c)    El amor amistoso y leal: en este tipo de amor, lo emocional está presente, sin embargo, se conjuga con factores espirituales y éticos. Está basado en la lealtad, la amistad y el compañerismo. Es el amor que crece poco a poco y se cimienta sobre fuertes bases. La relación se mantiene por el entendimiento mutuo y el gusto de disfrutar de la compañía de la otra persona; es típico de las amistades y de las relaciones familiares. En las relaciones de pareja las relaciones sexuales pasan a segundo plano, así como las demostraciones de pasión intensa. Es el amor maduro y comprometido de las relaciones duraderas.

d)    El amor maniático: es una combinación del amor lúdico y el pasional, donde se observa una dependencia emocional obsesiva. Estilo de amor presente en personas con baja autoestima, dependientes y focalizadas solo en satisfacer sus necesidades; son posesivas, celosas, controladoras y pueden llegar a ser violentas.

e)    El amor pragmático y utilitario: es la combinación del amor lúdico con el amor amistoso. En este tipo de amor tenemos a las personas que se rigen por el sentido de la lógica. El sentido práctico es la base de este amor; es una forma racional de abordar al amor, donde las emociones pasan a un segundo lugar para focalizarse en la utilidad de las relaciones afectivas.

f)     El amor desinteresado: es la combinación del amor romántico con el amistoso y leal. Se trata del vínculo que más puede dar felicidad; formado por personas que saben dar y recibir. Son perfiles que se centran en las necesidades de su pareja, que ofrecen su afecto de manera incondicional, que se comprometen, que cuidan y se cuidan, que trabajan en un vínculo basado en la satisfacción mutua, la lealtad, el respeto y la armonía. 

 

La misma persona puede cultivar distintos tipos de amor con distintas personas en distintas relaciones.

 

En la misma relación se dan cambios y evoluciones de un tipo a otro. Por ejemplo, el amor romántico, que comienza con altas dosis de pasión y una creciente intimidad, se puede ir transformando en amor amistoso y leal donde baja la pasión, se mantiene la intimidad y aumenta el compromiso.

En efecto, el en amor romántico podemos observar a menudo tres fases que van apareciendo de forma secuencial: el enamoramiento, el amor romántico (construcción de lazos afectivos) y el amor maduro.

El enamoramiento es un estado que se caracteriza por la intensidad de los sentimientos y emociones. No solo se sienten “mariposas en el estómago”, sino que además se pierde el sentido crítico y la razón pasa a un segundo plano; el sentimiento de “amor” es invasivo, poderoso y muy gratificante. Se experimenta como un “dulce padecimiento”.

Lo normal es que después de esa fase de enorme exaltación de las emociones, vengan las otras etapas en donde poco a poco se recupere el equilibrio y el cuidado de los intereses propios y ajenos. La intensidad del sentimiento disminuye, se van introduciendo los elementos racionales y esa especie de “ceguera” se va disipando. Cuando la relación es saludable, se pasa a una etapa más profunda, real y marcada por la ternura, donde es posible la construcción de vínculos afectivos más realistas y estables.

 

La cultura y la educación influyen notablemente en cómo las personas buscan y desarrollan amor, y la clave para lograr un amor maduro es la compatibilidad con los esquemas mentales, es decir, compartir una mirada similar sobre el mundo. Cuando la gente se casa teniendo en cuenta una visión irracional del amor promovida por los medios de comunicación, tiene serias dificultades para mantener la relación, en parte debido a que confunden el amor con el enamoramiento. Esto no es una situación propicia para tener una relación a largo plazo.

 

El amor no es sólo una emoción: es también un acto de la voluntad en el que la persona se da a otra, u otras, en distintas medidas; podríamos decir que se da en relación de mayor a menor (o nulo) egoísmo. Por supuesto que entre mayor sea el grado de autenticidad y madurez de la persona, más “puro” será el amor que profese, y ese amor se puede aplicar a cualquier tipo de relación.

 

A lo que todos deberíamos de aspirar es al nivel de la espiritualidad (ágape): la comunión profunda que conduce a descubrir la originalidad del otro, al respeto profundo de la libertad y del proyecto de vida, al deseo de promover, de buscar la realización, de buscar sentidos y significados. En este nivel nos enamoramos de los ideales, de los valores, del proyecto de vida, de las creencias, de los deseos y las motivaciones profundas que tiene el otro: es el amor al otro por lo que es y no por lo que tiene.  

 

De “Dios es amor”, nn. 17 y 18, de Benedicto XVI

17. “… se muestra también claramente que el amor no es solamente un sentimiento. Los sentimientos van y vienen. Pueden ser una maravillosa chispa inicial, pero no son la totalidad del amor. ... Es propio de la madurez del amor que abarque todas las potencialidades del hombre e incluya, por así decir, al hombre en su integridad. … implica también nuestra voluntad y nuestro entendimiento. … El amor … abarca entendimiento, voluntad y sentimiento en el acto único del amor. No obstante, éste es un proceso que siempre está en camino: el amor nunca se da por «concluido» y completado; se transforma en el curso de la vida, madura y, precisamente por ello, permanece fiel a sí mismo. “Querer lo mismo y rechazar lo mismo”, es lo que los antiguos han reconocido como el auténtico contenido del amor: hacerse uno semejante al otro, que lleva a un pensar y desear común.

La historia de amor entre Dios y el hombre consiste precisamente en que esta comunión de voluntad crece en la comunión del pensamiento y del sentimiento, de modo que nuestro querer y la voluntad de Dios coinciden cada vez más: la voluntad de Dios ya no es para mí algo extraño que los mandamientos me imponen desde fuera, sino que es mi propia voluntad, habiendo experimentado que Dios está más dentro de mí que lo más íntimo mío. ...

18. De este modo se ve que es posible el amor al prójimo en el sentido enunciado por la Biblia, por Jesús. Consiste justamente en que, en Dios y con Dios, amo también a la persona que no me agrada o ni siquiera conozco. Esto sólo puede llevarse a cabo a partir del encuentro íntimo con Dios, un encuentro que se ha convertido en comunión de voluntad, llegando a implicar el sentimiento. Entonces aprendo a mirar a esta otra persona no ya sólo con mis ojos y sentimientos, sino desde la perspectiva de Jesucristo. Su amigo es mi amigo. Más allá de la apariencia exterior del otro descubro su anhelo interior de un gesto de amor, de atención ... Al verlo con los ojos de Cristo, puedo dar al otro mucho más que cosas externas necesarias: puedo ofrecerle la mirada de amor que él necesita. ... Si en mi vida falta completamente el contacto con Dios, podré ver siempre en el prójimo solamente al otro, sin conseguir reconocer en él la imagen divina. Por el contrario, si en mi vida omito del todo la atención al otro, queriendo ser sólo «piadoso» y cumplir con mis «deberes religiosos», se marchita también la relación con Dios. Será únicamente una relación «correcta», pero sin amor. Sólo mi disponibilidad para ayudar al prójimo, para manifestarle amor, me hace sensible también ante Dios. Sólo el servicio al prójimo abre mis ojos a lo que Dios hace por mí y a lo mucho que me ama.

... Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son un único mandamiento. Pero ambos viven del amor que viene de Dios, que nos ha amado primero. Así, pues, no se trata ya de un «mandamiento» externo que nos impone lo imposible, sino de una experiencia de amor nacida desde dentro, un amor que por su propia naturaleza ha de ser ulteriormente comunicado a otros. El amor crece a través del amor. El amor es «divino» porque proviene de Dios y a Dios nos une y, mediante este proceso unificador, nos transforma en un Nosotros, que supera nuestras divisiones y nos convierte en una sola cosa...

Comentarios

Entradas populares