AMBIVALENCIA
Ambivalencia
La
ambivalencia se refiere a tener emociones, impulsos, deseos opuestos
respecto a la misma persona o situación. Ejemplos: quiero estudiar y quiero
ganar dinero con el trabajo, me siento atraído hacia una persona y a la vez la
evito, me gusta comer y temo engordar, quiero descansar más y llegar a tiempo
al trabajo, deseo empezar una nueva actividad y tengo miedo al fracaso, etc.
Emocional. La ambivalencia
emocional está presente en todas las encrucijadas y decisiones. Siempre está
involucrada la dimensión emocional y muy a menudo se piensa en ella cuando se
habla de ambivalencia: se trata siempre de los opuestos, atracción y repulsión
o miedo.
Cognitiva. Podemos
encontrar una ambivalencia a nivel cognitivo cuando chocan dos conceptos,
valoraciones, deseos, intereses o ideas opuestos: elegir una u otra carrera,
comprar una cosa u otra, etc., deseo de ir de vacaciones al mar o a la montaña;
se valoran los pros y contras de las alternativas, tratando de tomar la
decisión más racional posible.
Conductual. Se nota bastante
ambivalencia desde el punto de vista conductual: manifestamos afecto hacia una
persona y al mismo tiempo somos agresivos con ella, cuidamos de una persona
necesitada y al mismo tiempo la maltratamos, afirmamos y negamos con palabras
una misma realidad, enviamos un mensaje contrario con el lenguaje verbal y no verbal,
etc.
Espiritual. Puede darse un
conflicto entre dos valores o creencias: desarrollo profesional o cuidado de
los hijos, perdón o separación en el caso de problemas de pareja, permisividad
o control de los adolescentes, manejo de los negocios (remunerativos o más
solidarios), dedicación al voluntariado o a actividades de bienestar personal, decisión
de una carrera o un estado de vida, respetar los criterios de justicia o
rebasarlos de cara a una creencia, prolongar la vida o cuidar de su calidad en
la situación de enfermedad terminal, etc.
Los
niveles emocional, cognitivo, espiritual y, por ende, conductual, interactúan entre sí. Muchas veces, por
falta de tiempo de reflexión, “resolvemos” la ambivalencia tomando decisiones
solamente emocionales o cognitivas, o nos dejamos arrastrar por modas o la
presión social. Es oportuno involucrar siempre la dimensión espiritual.
Dependencia versus
independencia
En
la dependencia emocional se presenta la dificultad
para relacionarse en un plano de igualdad: queda excluida la posibilidad de
experimentar la afectividad como un intercambio igualitario y recíproco. Hay
una inclinación por las relaciones asimétricas; de la admiración a la sumisión.
Una de las partes toma el papel de “débil” (dependiente) que necesita de la
otra parte, la “fuerte” (salvador-salvado, cuidador-cuidado…). En el vínculo
que se establece en este tipo de relación de dependencia, cada una de las
partes obtiene un beneficio.
La
dependencia emocional está basada en la necesidad
afectiva, misma que tiene su origen, generalmente, desde la infancia. La
carencia afectiva predispone a mantener relaciones donde se produce una
exagerada necesidad de disponer constantemente de la presencia de la otra
persona; y la subordinación del dependiente es un medio y no un fin, ya que
ellos “se dan para recibir” por su terrible anhelo de mantener la relación.
La
independencia se puede entender de
dos maneras: ausencia de dependencia
(no estar sometido a nadie ni a nada); situación en la que el individuo goza de
libertad y autonomía.
Por
tanto, la persona independiente no se encuentra sometida a nada ni a nadie y
goza de total libertad y autonomía. La independencia representa que el
individuo es capaz de funcionar adecuadamente sin la ayuda, apoyo o protección
de los otros. Implica libertad pero no exime de responsabilidad.
El
niño y la niña tienen que recorrer un largo camino para pasar de la dependencia
casi total del recién nacido a la independencia de un ser humano maduro. La
madurez del ser humano no se da sólo en relación con el crecimiento personal, sino también respecto de la socialización. “La independencia no es nunca absoluta. El
individuo sano no queda aislado, sino que se relaciona con el ambiente de un
modo tal que puede decirse que él y su medio son interdependientes”.
A
pesar del énfasis sobre la independencia, se nota en muchos jóvenes una notable
dificultad en lograrla. Por un lado, hay el deseo de crecer y, al mismo
tiempo, el deseo de estar anclados a las
seguridades que brinda la dependencia (conducta infantil respecto a los
compromisos y las responsabilidades). La libertad nunca es gratuita y se debe
“conquistar” (trabajo, esfuerzo, oposición, fracasos sin red de protección).
Amor posesivo y
oblativo
La
independencia es la base del amor oblativo, de quien ama a la persona por el
valor de la persona y su bienestar. Se opone a un amor “posesivo” (egoísta), en
el que se teje un lazo con la persona por un beneficio y necesidad propios.
En
la lucha entre amor oblativo y posesivo se nota una marcada ambivalencia,
muchas veces inconsciente.
Enfrentar la
ambivalencia
-
Ante
todo, es necesario tener consciencia
de la presencia de las dos fuerzas opuestas.
-
En
segundo lugar, se trata de reforzar la tolerancia
a la frustración.
-
Además,
es necesario tomar una decisión
moralmente válida para la persona y que sea coherente con su proyecto de vida.
-
En
fin, la solución de la ambivalencia proporciona una sensación de bienestar y de
gozo.
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